Katha Morgan

Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

El nuevo álbum de los Rolling Stones es simplemente espectacular. Esta icónica banda de rock ha vuelto con una fuerza renovada y un sonido fresco que demuestra por qué siguen siendo leyendas en la industria musical. Lanzado el pasado 2023, viene a romper el silencio que tuvo la banda por 18 años, siendo además el primer álbum que graban después del fallecimiento del baterista Charlie Watts en 2021.

El artista mexicano de música urbana pronto se presentará en el Festival de la Canción de Viña del Mar, que corresponde al máximo certamen musical de Latinoamérica y uno de los más importantes del mundo, donde deleitará al monstruo de la Quinta Vergara con su última producción que ha reventado en críticas positivas de forma transversal tanto en redes sociales como entre su fanaticada.

El evento más esperado del verano, sin dudas, es el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, también conocido como Viña 2024 y estilizado como Viña 24, este año será su versión 63°.

El pasado noviembre la banda chilena Los Frutantes lanzaron su último álbum llamado "Como las Berenjenas", una experiencia musical que no tiene miedo de explorar nuevos estilos sonoros entorno a la vida sana, refrescando el importante género infantil que siempre ha fascinado a los jóvenes de ese país.

Hace unos días, en redes sociales se hizo viral un video de un niño que corea la popular canción Mira Niñita mientras presenciaba un concierto de la banda chilena en La Araucanía en el marco de sus nada más y nada menos que 60 años de trayectoria musical, dejando en evidencia el enorme impacto que ha generado los Jaivas a través de las distintas generaciones, incluyendo las actuales.

Hace algunas semanas surgió el polémico caso de la canción creada por el DJ Chileno FlowGPT llamada NosstalgIA, en la cual podemos escuchar un trío inédito entre Bad Bunny, Justin Bieber y Daddy Yankee, pero que en realidad no contó con la participación de ninguno de los 3, si no más bien, sus voces fueron imitadas por inteligencia artificial, abriendo el debate acerca de los alcances de esta tecnología.

El domingo la misa fue diferente y muy extensa, hubo tantos ruegos por el alma de la vecina, como si lo necesitara la soa. En su velorio estuvieron presentes incluso dos señoras que jamás habíamos visto. Según el padrecito, eran hermanas de la soa Juanita, vivían en el pueblo contiguo, pero jamás las habíamos visto ni de visita y la vecina tampoco las nombró nunca.

La vecina se llama Juana Romero y todos la conocen como la señora Juanita porque así le gusta a ella que le digan, es muy chismosa y en serio conoce la vida de todo el pueblo, aunque no creo que sepa de mi situación especial.

Desde muy niña he tenido visitas extrañas, he sufrido el acoso de algunos seres invisibles que no sé bien lo que son, pero yo les llamo “presencias”, así se sienten, así les digo. Sin embargo, con el paso del tiempo, he aprendido a hacerme la tonta, la desentendida; los ignoro, con la esperanza de que desaparezcan y me dejen en paz, pero eso no ocurre.

Un psiquiatra después de conversar conmigo una tarde entera resolvió que yo no soy una persona completamente cuerda ni mucho menos, estoy loca de remate, pero en mi conducta predominan unos rasgos llamados por el autor de dichas frases como psicopáticos.

- ¿Qué? - me dije a mi misma - ¿es que acaso soy una psicópata?

La visión pavorosa de lunas escuálidas me satura los ojos y la boca.

Mientras bajaba en el ascensor me puse el calzón, me temblaban las manos y las piernas, me sentía más nerviosa que cuando venía llegando hace unas tres horas, pero era diferente, el dolor de guata también volvió pero no era igual.

Fueron segundos tan intensos, respiré profundo, sacudí mis brazos agitando mis manos como para relajarme un poco y salí. La verdad es que ya no estaba tan canchera, salí muy tímida de la habitación, me sentía tan colorada, con algo de pudor pero a la vez muy caliente, porque ambos hombres me miraron con lujuria. Te ves perfecta —dijo el asistente. Estás maravillosamente bien —dijo el fotógrafo. Yo estaba un poco encorvada hacia adelante, con las manos juntas a la altura de mi entrepierna, estaba depilada y todo, pero igual era plancha la situación. Las palabras que me dijeron me hicieron sentir mejor y hasta me enderecé un poco, me subió el ánimo y de pasadita me dejó con ganas de seguir en lo que estábamos.   

Después de confirmar mi asistencia a la prueba de cámara, me empecé a poner nerviosa así que no comí nada el día martes, pura agua, así no engordo ni me hincho para las fotos, ni un pito me fumé, así que igual andaba más neurótica que de costumbre.

Quise llamar al Andy para reclamarle sobre tu hermano, pa’ decirle que es un sinvergüenza, pero no tenía su número. Salí a comprar unas chelas donde el lucho aquí en la esquina y mientras, pensaba. Es súper raro todo lo que me pedían, volví a leer el mensaje y me empecé a asustar. La idea de la prueba de cámara parecía guion de película de terror, quizás con qué se habrá encontrado el tipo como para pedir que una se presente bien aseada. ¿Serán todas drogadictas las modelos que exige presentarse sin sustancias en el cuerpo?

Cuando era chica era más bien tímida pero en el liceo eso se me quitó, la personalidad me creció junto con las pechugas y hace un tiempo me dio por creerme rica y no sólo eso: quiero ser modelo. Obvio, si esas son las que triunfan en este mundo de superficialidad y belleza externa y yo tengo harta de esa. Tengo buen cuerpo, lo sé porque no hay quién no me mire en la calle, además soy alta, bonita de cara y tengo un buen poto grande y duro, cintura pequeña y las pechugas bien redondas y paraditas. Siempre fui la mina del curso y eso me ayudó harto en diferentes cosas, incluso a pasar matemáticas en 4to medio. Al salir de cuarto, entré a estudiar secretariado porque mi mamá me obligó; qué güeá más fome, me retiré antes de terminar el segundo mes y me quedé en casa haciendo nada, porque nana no soy de nadie. Pero este año mi mamá me las cantó claritas, si no estudio algo debo buscar pega porque ya no quiere mantenerme ni costear mis vicios. Le puso tanto color que decidí entrar a estudiar enfermería, porque mi vieja es enfermera; pensé que me podría ayudar a estudiar o hacerme los trabajos, pero la verdad nunca me gustó, ni enfermería, ni estudiar y el primer semestre me eché casi todos los ramos, es que era muy difícil y mi vieja no tenía tiempo para ayudarme en nada. Es mejor andar carreteando. Cuento corto, me salí de la carrera pero aun no le digo a mi mamá porque así tengo lucas para seguir en lo mío, en lo que me gusta.

 

Raquel se puso de pie, acomodó su cabello una vez más para tratar de cubrir su rostro y se retiró al baño. Mientras tanto, creyendo que ya todo estaba decidido, Darío pidió la cuenta y se bebió de un sorbo el vino que le quedaba en la copa. La muchacha se sentía muy confundida además, de un poco ebria, estaba disfrutando la cena, se había reído mucho, como hace mucho tiempo no lo hacía, el tipo era divertido, era guapo aunque algo raro, muy directo y pretencioso, pero siendo sincera, ella sabía que en sus condiciones nadie podría acercársele, quizás, ésta era la última oportunidad de conocer el amor, o por lo menos de saber lo que era tener el cuerpo de un hombre junto al suyo, ya que sufrió el accidente cuando era una adolescente y jamás había hecho el amor con nadie, ni antes, ni después.

La pobre chica sintió un frío que le recorrió el cuerpo, no sabía qué pensar, sólo tenía ganas de salir corriendo; “es una broma” pensó, pero Darío se apresuró a explicarle. El lunático no pudo llegar sólo hasta la mesa porque tenía los ojos vendados, se tomó muy en serio eso de la cita “a ciegas” y no quiso ver al objeto de su deseo ni siquiera durante la cena, le pidió aceptarlo, ser parte de su fantasía por un rato, darle ese gusto y dejarle ser feliz en su locura. Ella muy tímida resolvió decir que sí.

Al volver del almuerzo Darío se encontró con la nota pegada a la puerta. La hoja de cuaderno estaba escrita con bolígrafo y con una desastrosa caligrafía, una letra bien fea en realidad, esto molestó de sobremanera a aquel detallista y obsesivo hombre, la repulsión sobre ese papel era evidente, lo quitó con asco de la puerta y antes de echarlo al basurero le dio otro vistazo por si era algo importante. Vio que estaba firmado por Lucía pero no se animaba a leerlo, la letra casi ilegible le desagradaba de sobremanera y solo quería retirarlo de su vista. Lo dejó en un cajón por si más adelante se animaba a saber qué era. Pasaron un par de horas y finalmente abrió el cajón. La repulsión que le provocaba la hoja rasgada y la letra fea era casi incomprensible, ese hombre flaco y extraño deseaba quemar ese papel y eliminar toda pista de él, pero al ver nuevamente la firma, pensó que si ese horrendo mensaje venía de parte de Lucía podría ser algo bueno así que finalmente se dispuso a leerlo:

La mañana pasó rápido, hubo varias ventas. Corría un poco de viento esa tarde, estaba caluroso pues se acercaba el verano, ya estábamos a punto de cerrar para ir a almorzar, cuando entró a la zapatería una mujer rara, con un bonito cuerpo que era opacado brutalmente por su rostro; tenía una horrible hendidura en su pómulo derecho, una tremenda cicatriz que comenzaba en la comisura de los labios y terminaba en la oreja izquierda o quizás viceversa. Fue inevitable quedarse mirándola y ella lo notó, se sonrojó y escondió aún más su feo rostro bajo el abundante cabello rubio que tenía suelto, se apoyó en el mesón y me habló.

Me llamo Joaquín y trabajo vendiendo zapatos, lo sé “ni un brillo” pero no es tan fome como creen y la paga me alcanza para mis gastos y algo más, así que estoy bien. En la zapatería trabajamos pocas personas: Don Mario que, como todo buen jefe, llega tarde, falta cuando quiere y a veces se va a almorzar y al volver no atiende público por sentirse “indispuesto” aunque en realidad es evidente su olor a vino. También, dos vendedores, uno de ellos soy yo y la cajera.

Me dejó en un paradero fuera de la autopista, una parada en la caletera donde podría tomar un bus de vuelta a mi ciudad. Antes del adiós, me dio un billete para el pasaje y mirándome fijamente a los ojos se despidió de mí. Ha sido increíblemente esplendida tu visita, espero que tu vida mejore – me dijo como si supiera lo que había pasado, y con un beso dulce en los labios se terminó todo. En fracción de segundos comprendí que la fantasía llegaba a su fin y la realidad me dio una cachetada dolorosa. Lo miré y contuve las ganas de llorar. De emoción de tristeza, no lo sé realmente. Me bajé rápido de la camioneta roja y lo miré alejarse.

Luego de terminar de comer, lavé la taza que usé, la dejé en el lavaplatos boca abajo y me tendí en la alfombra frente a la chimenea encendida. El calor era tan reconfortante, la alfombra era muy gruesa y lanuda, era esponjosa y calentita, puse un cojín de la cama como almohada sobre la alfombra y me arropé con el chal del hermoso sillón de madera. Estaba envuelta en esa atmosfera rara y me gustaba la sensación de no ser yo misma por un tiempo, la pregunta sería cuánto.

Estaba tan oscuro y llovía tanto, me hubiese encantado estar aún en la fiesta, bailando y bebiendo vino para calentar el cuerpo, riendo, entretenida con la música. Pero lo único que escuchaba era el sonido de los vehículos corriendo a toda velocidad junto a mí; con las ráfagas me recordaban dónde estaba y el miedo que sentía, llegué a tener pena de mí misma.

Mi ropa estilaba, no sabía dónde estaba, tenía miedo, pero más, tenía frío. Estaba lloviendo tan fuerte que ya no quedaba ni un centímetro de mi cuerpo seco. El estúpido de mi esposo se fue, me echó del auto y no me dejó sacar ni mi cartera. No tenía dinero, ni mis llaves, ni mi bendito celular para llamar a alguien que me pudiera llevar a casa. Además, por la autopista no pasan taxis, tenía tanto frío, el viento me calaba los huesos.