Marzo 29, 2024

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PRESENCIAS Capítulo 3 - Por Katha Morgan Destacado

PRESENCIAS Capítulo 3 - Por Katha Morgan Foto de Personas creado por freestockcenter - www.freepik.es

El domingo la misa fue diferente y muy extensa, hubo tantos ruegos por el alma de la vecina, como si lo necesitara la soa. En su velorio estuvieron presentes incluso dos señoras que jamás habíamos visto. Según el padrecito, eran hermanas de la soa Juanita, vivían en el pueblo contiguo, pero jamás las habíamos visto ni de visita y la vecina tampoco las nombró nunca.

Caminamos detrás del cajón hasta el cementerio bajo un sol abrazante, todo el pueblo acompañó a la vecina, y yo no dejaba de pensar en que murió por mi culpa. Las presencias la mataron, esto es nuevo. Lo peor es que no podía contarle a nadie, no podía decir que ellas fueron o que me volvió la sensación de miedo.

Todos nos reunimos en la iglesia y el chico que me había besado se acercó a hablar, me tomó la mano y todos nos vieron. Su nombre es Enrique y es hijo del hermano del cura. Conversamos un rato de cómo nos sentíamos y lo que había pasado en el sillón, nunca mencionamos a la vecina y sus miradas ese día. Lo dejé invitado a mi casa para el sábado, mi mamá preparó una cena por mi cumpleaños. Cumplí 17 y las presencias me dieron como regalo unos días de descanso. Fue casi mágico, soplé las velas del pastel y dejé de sentir esa pesadez que me acompaña desde que tengo memoria. Respiré hondo y me sentí en paz. La cena estuvo deliciosa y los pocos asistentes se fueron contentos. Al irse, Enrique, que tiene 25 años, me besó dulcemente en los labios y mi mamá nos vio. Me sonrojé, pero me gustó algo de romance en mi vida. Entré y me fui a acostar. Una vez en mi cuarto pensé que tendría la misma visita nocturna de siempre pero no pasó nada, las presencias no estaban, no vinieron. ¿A dónde se habrán ido? ¿Volverán? Dormí bien y desperté descansada por primera vez en mucho tiempo. Me sentía bien pero extrañamente no era yo misma sin las presencias, es como si las extrañara, si las necesitara para completar mi ser. 

Toda la semana Enrique estuvo visitando mi casa, conversábamos en la puerta, tomaba mi mano y se despedía con el mismo beso tierno en la boca. El domingo fuimos a la iglesia y el cura llamó a mi madre al confesionario y habló largo rato con ella. Al salir mi mamá tenía un cierto dejo de alegría en la mirada que me causó extrañeza ya que ella siempre está triste y con cara de preocupada. La interrogué de inmediato y me hizo callar con un —¡shhh! Hablamos en casa.

El resumen: el cura le dijo a mi madre que su sobrino estaba enamorado de mí y quería que nos casáramos, y mi mamá aceptó. Me negué de inmediato, no quiero casarme con él, apenas lo conozco, soy muy joven, dije; pero nada fue argumento suficiente para que mi mamá cambiara de parecer y empezó a gritarme que era una buena oportunidad para tener un futuro provechoso. Me fui molesta a mi dormitorio y me eché a llorar abrazada a la almohada. De pronto escuché el susurro de nuevo en mi oído. “No llores”—me dijo esa voz de ultratumba. Y lo supe de inmediato. Las presencias no se habían ido, seguían aquí conmigo. Noté que había un papel sobre la mesita de noche, lo tomé y lo acerqué a la luz de la lámpara para leerlo. Eran unas letras grandes y deformes, decían: “no se te ocurra abandonarnos”. Me puse de pie asustada y fui con mi madre, quería contarle que no estaba bien, que las presencias nunca se fueron, que la iglesia no me ayudó en nada, nunca y que ahora se comunican conmigo, pero ella estaba tan enojada aún porque no acepté su decisión de casarme con el sobrino del cura, que no quiso hablar conmigo hasta que no cambiara de opinión.

Volví a mi habitación y apenas me quité la ropa para ponerme el pijama las manos frías e invisibles de las presencias comenzaron a recorrer mi cuerpo, podía ver cómo apretaban mis senos y sentir placer fue inevitable. Me metí en la cama y las presencias comenzaron a poseerme como siempre; una, dos, cinco, nunca sé cuántas son, pero me quedé dormida, exhausta por tanto sexo espectral. 

Al día siguiente me levanté tarde, mamá no me despertó, en verdad estaba molesta conmigo como para irse al trabajo sin despedirse. Yo me sentía agotada, pero tenía deberes que cumplir. Puse a calentar agua y me metí a la ducha, las presencias fueron conmigo al baño y comenzó todo de nuevo, los apretones, el manoseo, el placer, los gemidos y los orgasmos, finalmente me dejaron en paz y terminé de lavarme. Salí y me fui con la toalla puesta a la cocina para sacar la tetera del fuego y vi que estaban, el cura, mi madre y Enrique sentados en el comedor, ella les servía té. Me quedé pasmada pero ya sabía a qué venían. Me apresuré en vestirme y salir al comedor. Mi madre empezó diciendo que el curita quería hablar conmigo y yo me dediqué a escuchar sobre los deberes de una mujer y la importancia del matrimonio y la procreación. Sólo me quedé ahí sentada queriendo escapar lejos, muy lejos de todo y todos. Pero no moví un músculo. Luego de eso fue el turno de Enrique, tomó la mano de mi madre y con palabras de respeto y buena crianza le pidió mi mano en matrimonio como si yo no estuviera ahí. Ella aceptó encantada y todos estuvieron contentos, se pactó fecha para fin de mes y yo apenas si sonreí cuando mi tímido amigo me tomó la mano y me prometió hacerme muy feliz.

Faltaban apenas 2 semanas para fin de mes, así que mi madre me llevó esa misma tarde con la costurera para tomarme las medidas y hacer mi vestido y el velo, uno largo y muy muy blanco, para demostrar mi pureza. Luego fuimos a la plaza para encargarle flores a la Carmencita, y en el camino le contó a medio pueblo que me casaría a fin de mes con el sobrino del curita. Todos muy felices, excepto el flaco de las verduras. Fue el Ismael el único que se dio cuenta que yo no estaba feliz con la decisión. Me regaló una manzana y me dijo —me parece que no estás muy feliz, deberías decirle a tu madre si la boda no es lo que quieres —y me entregó la fruta. Le sonreí y me fui caminando hacia mi madre, y volvimos a casa.

Comimos y me acosté a dormir, para mi sorpresa había otra nota en la mesita de noche y decía: “te lo advertimos”. Las presencias no vinieron, pero no pude dormir en toda la noche. KM

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Modificado por última vez en Domingo, 25 Julio 2021 17:00
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
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