Marzo 29, 2024

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EL FOTÓGRAFO Capítulo 5 - Por Katha Morgan Destacado

Mientras bajaba en el ascensor me puse el calzón, me temblaban las manos y las piernas, me sentía más nerviosa que cuando venía llegando hace unas tres horas, pero era diferente, el dolor de guata también volvió pero no era igual.

Me miré al espejo para ordenar mi pelo, me vi y parecía no ser la misma niña boba de siempre, no era la misma Karla que no sabe qué hacer con su vida, era una persona diferente, una mujer extraña que yo nunca había visto. Me miré fijamente y comencé a llorar, no sabía por qué lloraba pero sabía que no era malo, eran tantas las emociones juntas que me llenaban: la adrenalina, el miedo, el placer, la felicidad, la LIBERTAD que sentí eran tremendas. Eran tantas sensaciones que mi cerebro no lo procesaba aún, era mejor lo que había sentido que lo que podía pensar ahora. Llegué a la calle y pedí un Uber otra vez que me dejó en la puerta de mi casa. El conductor me metía conversa todo el viaje y yo le respondía sólo con monosílabos y trataba de taparme las pechugas porque sin sostén y con el frío que hacía de noche se me notaban los pezones y el tipo no disimulaba para mirarme. Asqueroso, pero no afectó en nada lo que había pasado antes.

Entré a mi casa y sin hablar con nadie me encerré en la pieza, ya no quería llorar, me sentía extraña, como si no fuera yo, pero a la vez no tenía ningún pensamiento negativo, no me sentía culpable, ni sucia, ni asustada, sino que tenía el alma liviana, fresca, me sentía diferente de verdad; supongo que eso se debe sentir cuando se es feliz. Me di una ducha tibia muy larga, aun podía sentir el calor y los aromas de mis amantes extraordinarios. Me puse el pijama y me acosté en mi cama, ni siquiera quise escuchar música o fumarme algo para evadir mi realidad como siempre, sólo puse mi cabeza en la almohada y me dormí profundamente sin pensar en nada malo o triste como de costumbre.

Al día siguiente tampoco fui a clases, obvio, a estas alturas del semestre ya me eché todos los ramos pensé. No le respondí los mensajes a la Maca, tampoco me quedé en casa; salí a caminar, a observar y respirar, pero en serio, con ropa cómoda y zapatillas. Fui a caminar por horas en esta ciudad llena de detalles tan bellos como lúgubres. Caminé por varias horas observando con detención los detalles de la gente y las cosas y me tomé un helado grande en el Forestal y después me comí una hamburguesa de esas que venden en la salida del metro, me fumé uno que me quedaba y caminé más…sentí que era tan libre de hacer lo que sea, estaba aquí ocupando un espacio, dependiendo de una mujer que no tiene tiempo para verme sino es para criticarme, con una única amiga que sólo se ve a sí misma y se deja divertir por mis tonteras, estoy sola, sin sentido, sin más amarras que yo misma. Me tumbé en el pasto y me quedé mirando el cielo, hasta que decidí volver a la casa, la casa de mi mamá, la casa donde he vivido hasta ahora. Así pasó el jueves y el viernes, apagué mi teléfono y escogí la mejor ropa que tengo, tenida de verano y de invierno, un par de pares de zapatos y seguí pensando y planeando.

Aún tenía las cincuenta lucas de la apuesta con la Maca, de mi mesada me quedaban 20 lucas y en la cocina en el frasco de las emergencias de mi mamá, había cuarenta y cinco mil extra. Tenía más de cien lucas disponibles, mi ropa y mi espíritu, no necesitaba más. El sábado me despertó el sol en la cara y fue una hermosa sensación, encendí el celular y tenía una lluvia de notificaciones, la mayoría de la Maca que decía que hoy vendría a verme después de las doce. Pero la notificación que más me importó fue ver que a primera hora del viernes había llegado un mail con el mentado link de descarga que me había anunciado el fotógrafo antes de irme esa noche junto a un archivo de Word. Nuevamente me invadió el nerviosismo de antes, me puse ansiosa, pensé que habría fotos mías “en pelota” o culeando con uno o los dos y tendría que revivir la porno que hicimos entre los tres y luego me asusté. ¿Y si mi mamá ve las fotos? ¿Y si me suben a alguna página de porno o peor aún, es una red de trata de blancas? ¿Y si venden las fotos y luego salgo en otros países en calendarios en algún taller mecánico tipo La Bomba 4? ¿Y si la familia se entera de lo que hice? ¿Y si….? ¿Y si mejor descargo el link? —pensé. Lo abrí más serena, otra vez estaba tranquila y respiraba en paz. Eran mis fotos, las de verdad, las de las sesiones, eran reales, bellas, artísticas, me veía tan linda por la cresta, parecía una verdadera modelo, hubo retoques yo cacho, porque en serio me veía muy, muy mina. Eran 40 fotos en total, con ropa y con bata y había una sola que salía con una “pechuga” al aire pero de verdad les juro que era muy sutil y elegante. Entonces abrí el texto y decía:

“Querida Karla, lo de ayer fue excepcional, lamentamos que te hayas ido tan pronto, pero sabíamos que llegarías en algún momento a completar nuestras vidas, el book es nuestro regalo en agradecimiento, quedó hermoso en verdad, esperamos que te sirva de mucho para tus propósitos y ten claro que eres bienvenida cuando quieras y cuanto quieras. Esperamos que estés tan feliz como nosotros, gracias por todo. Sé libre y feliz Karla”

Quedé “pa’ dentro” igual. Las fotos eran bellísimas, me agradecen por lo vivido y nunca se nombró nada, al contrario me invitan de nuevo. Ellos también habían sentido esa inmensa felicidad qué yo sentí, esa sensación de libertad física, mental, sexual, humana que me llenó el alma y no se va. ¿Será que ese encuentro nos transformó, que lo necesitábamos, que era nuestro destino o algo así? No entiendo nada, sólo sé que apenas tengo 20 años y agradezco mucho ese encuentro, aunque en verdad no creo que los vuelva a ver, o quizás sí, en serio no sé. Descargué las fotos en mi computador, guardé cables, mis documentos y un cuaderno donde escribo las leseras que me pasan a veces. Cerré mi notebook, lo guardé en la mochila y tomé mi pequeño bolso con ropa, me miré en el espejo de mi pieza por última vez y salí de casa, así sin maquillaje ni perfume.

No dejé notas ni nada que pudiera dar indicios para que me busquen, si un día quiero volver lo haré, pero no quiero que me busquen ahora, ni nunca. Mi mamá es fuerte y en verdad se está liberando de un cacho, así que todo está bien. Me fui antes que llegara la Maca a las doce y mi mamá a las tres, porque los sábados trabaja medio día. Tomé la micro hasta el terminal de buses y me dispuse a partir a donde me lleve el viento; compré el primer pasaje de bus que encontré con destino a Mendoza y me compré algo para comer en el camino y un chip nuevo para el celular. Subí, me senté en la ventana y miré las calles de esta ciudad por última vez. Creo que si algo bueno tiene la vida: es que puedes comenzar desde cero todas las veces que sea necesario, y quedarme marcando el paso aquí, teniendo una vida por delante no era opción. No sé qué fue lo que cambió en mí con ese encuentro tan inusual, aún hay muchas cosas que no descubro de ese encuentro y de mí misma, por eso empecé a escribir todo esto mientras me dirijo a mi nuevo destino, son muchas horas y me duele el trasero pero vale la pena, porque creo que todo de aquí en adelante será ganancia, quiero, más que nada, vivir. Sólo sé que uno se llama Fernando y del otro no tengo idea, pero de verdad agradezco haberlos encontrado y agradezco enormemente ese regalo infinito que me dieron: la libertad.

KM.

FIN.

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Modificado por última vez en Lunes, 17 Mayo 2021 16:59
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
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