Abril 19, 2024

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PRESENCIAS Capítulo 4 - Por Katha Morgan Destacado

PRESENCIAS Capítulo 4 - Por Katha Morgan Foto de Personas creado por freestockcenter - www.freepik.es

Me levanté más temprano que de costumbre y salí apenas se fue mi madre, me fui a la iglesia a hablar con el cura, quería pedirle que rompiera el compromiso, que convenciera a su sobrino de no casarnos y su respuesta me dejó helada.

—Si quieres eso, yo puedo conseguirlo, Enrique hace todo lo que yo le digo pero debes pagar el favor con un favor —me dijo mirándome fijamente.

—¡Claro! lo que sea padrecito.

—Ven acá —me pidió mientras me agarró de la mano y me hizo caminar hasta su oficina.

Atravesamos la salita donde estaba su antiguo escritorio y cruzamos la siguiente puerta donde estaba su austero dormitorio. Me puse nerviosa pero él me tranquilizó, nos sentamos en la cama y me acarició el pelo y el rostro. Me comenzó a tocar los muslos y subía su mano hasta mi entrepierna, yo me quedé muy quietecita, no sabía si me gustaba lo que estaba pasando, me dolía la guata de los nervios. El sacerdote en un movimiento muy rápido corrió mi calzón y metió sus dedos en mi vagina y yo gemí. — ¿Ves que es rico? —me dijo mientras me metía más adentro los dedos. Me quise parar e ir pero su otra mano subió a mi garganta y apretó con fuerza. —No puedes irte ahora, ya pediste el favor y lo debes pagar— dijo y me tumbó en la cama. Me asfixiaba mientras me penetraba y yo casi sin poder respirar y con un hilo de voz, pedía ayuda. De pronto sobre el hombro del cura vi una sombra muy oscura, una especie de “hombre fornido” pero sólo su sombra. Si era una de las presencias, yo jamás lo había visto.

Esa oscura sombra se metió en el cuerpo del cura, y lo levantó por los aires apartándolo de mí, yo me enderecé y ordené mi ropa, quise salir de ahí pero no pude, la puerta estaba trancada con algo. El cuerpo del viejo comenzó a retorcerse en el aire y era evidente que no podía respirar, finalmente cayó exánime al suelo. La sombra dejó su cuerpo y se desvaneció. Me acerqué al cura y busqué su pulso, sus ojos abiertos de par en par y su piel gélida me indicaron que estaba muerto. Intenté salir de ahí nuevamente y la puerta esta vez abrió sin problemas. Me fui corriendo sin parar hasta mi casa.

Me miré al espejo y mi cuello estaba enrojecido por las manos que me ahorcaron. Me eché a llorar otra vez mientras me bañaba y limpiaba mi cuerpo. Las presencias estaban ahí pero no me tocaron. Salí, me vestí y calenté agua para empezar a cocinar. Mi madre llegaría pronto y seguramente querría comer y salir, ya que la boda es inminente y no hay nada que yo pueda hacer.

Mi madre llegó y nos sentamos a comer el guiso que preparé, las presencias se sentaron junto a mí, no me dejaban en ningún momento desde la mañana. Estaba tan triste, comía en silencio, mientras mi madre parloteaba sobre los preparativos que faltaban por hacer; ya sólo quedaban dos días para la boda y ella estaba muy emocionada con el tema. Se le veía tan feliz y yo no quería saber nada al respecto. Mi silencio fue interrumpido por un estrepitoso ruido, llamaban a nuestra puerta y simultáneamente comenzó a sonar el teléfono. Extrañamente no me inmuté, pero mi madre dio un brinco desde su asiento y corrió a abrir la puerta. Atiende el teléfono ¡niña! ¿no lo oyes? —me gritó.

En la puerta estaba el flaco de las verduras y al teléfono mi novio. Ambos querían darnos malas noticias: el cura del pueblo había muerto.

Sí, eso es, el cura, el único cura del pueblo ya no está. Sin cura, no hay boda —pensé.

—Entiendo que esto es algo terrible Enrique, no te preocupes por mí y olvídate de la boda, sólo has lo que tengas que hacer por tu tío.

—Estoy destrozado, no entiendo qué pasó. No te preocupes de nada, ya hablé a la iglesia del pueblo vecino y el cura de allá vendrá para oficiar la boda y el funeral —dijo echándose a llorar.

—Pero, pero, no debemos casarnos con el funeral en puerta…digo que eso —y no pude terminar.

—(interrumpiéndome) que no te preocupes te dije, sigue todo igual. En menos de 48 horas serás mía, adiós.

Mi mamá lloraba desconsolada en el sillón con el Isaías haciéndole cariños en la espalda para calmarla. Fui a la cocina a buscarle agua y las presencias me siguieron. Dejé correr el agua para que se enfriara un poco y sentí nuevamente un susurro el oído: sabes que podemos hacerlo, sólo dilo.

 

 

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Modificado por última vez en Domingo, 25 Julio 2021 20:02
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
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