Abril 29, 2024

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La pobre chica sintió un frío que le recorrió el cuerpo, no sabía qué pensar, sólo tenía ganas de salir corriendo; “es una broma” pensó, pero Darío se apresuró a explicarle. El lunático no pudo llegar sólo hasta la mesa porque tenía los ojos vendados, se tomó muy en serio eso de la cita “a ciegas” y no quiso ver al objeto de su deseo ni siquiera durante la cena, le pidió aceptarlo, ser parte de su fantasía por un rato, darle ese gusto y dejarle ser feliz en su locura. Ella muy tímida resolvió decir que sí.

Al volver del almuerzo Darío se encontró con la nota pegada a la puerta. La hoja de cuaderno estaba escrita con bolígrafo y con una desastrosa caligrafía, una letra bien fea en realidad, esto molestó de sobremanera a aquel detallista y obsesivo hombre, la repulsión sobre ese papel era evidente, lo quitó con asco de la puerta y antes de echarlo al basurero le dio otro vistazo por si era algo importante. Vio que estaba firmado por Lucía pero no se animaba a leerlo, la letra casi ilegible le desagradaba de sobremanera y solo quería retirarlo de su vista. Lo dejó en un cajón por si más adelante se animaba a saber qué era. Pasaron un par de horas y finalmente abrió el cajón. La repulsión que le provocaba la hoja rasgada y la letra fea era casi incomprensible, ese hombre flaco y extraño deseaba quemar ese papel y eliminar toda pista de él, pero al ver nuevamente la firma, pensó que si ese horrendo mensaje venía de parte de Lucía podría ser algo bueno así que finalmente se dispuso a leerlo:

Miento porque oculto

lo que me hace ser real.

Miento porque siento

que esa es la verdad.

 

Miento porque Dios

me dijo "Mentiras, esa es tu condena,

el pecado original".

 

Miento desde antes y mentiré después.

Miento de venganza

y miento de placer.

 

Miento porque así

mentiras haré saber

y sabiendo que es mentira

a mentiras volveré.

 

Miento porque mintiendo

nada conseguiré

y como no consigo nada

pues siempre mentiré.

 

Miento por la angustia

que me has hecho sentir

y espero que ahora sepas

que siempre he de mentir.

 

Miento en los poemas

que arrastro sobre mi

y no creas cuando muera

que hasta en eso he de mentir.

 

Miento cuando digo

que te he sido fiel

y por esa gran mentira

miénteme también.

 

Diría que no miento

pero eso sería mentir

y espero que nos mintamos

y así poder vivir.

 

Miento aquel mundo

que me obliga a madurar

y acojo la mentira

a la que el mundo me ha de atar.

 

Me miento a mí mismo

lo cual es lo peor

ya que creo en mis mentiras

y desato la pasión.

 

Miento porque así

la mentira llevara

a que todos nos mintamos

si es que existe una verdad.

La mañana pasó rápido, hubo varias ventas. Corría un poco de viento esa tarde, estaba caluroso pues se acercaba el verano, ya estábamos a punto de cerrar para ir a almorzar, cuando entró a la zapatería una mujer rara, con un bonito cuerpo que era opacado brutalmente por su rostro; tenía una horrible hendidura en su pómulo derecho, una tremenda cicatriz que comenzaba en la comisura de los labios y terminaba en la oreja izquierda o quizás viceversa. Fue inevitable quedarse mirándola y ella lo notó, se sonrojó y escondió aún más su feo rostro bajo el abundante cabello rubio que tenía suelto, se apoyó en el mesón y me habló.

Para los seguidores y amantes de los libros del genero de acción y fantasía, quiero reseñarles una de mis sagas favoritas, que ya cumplió nada menos que 23 años desde que se escribiera su primer libro.  Me refiero a la saga “El Legado”, que quizás por este nombre no sea muy conocida, pero si decimos que el primer libro de esta saga se llama “Eragon”, resulta mucho más familiar, ya que incluso se hizo una película, que lamentablemente, como suele suceder con todas las adaptaciones que hace el cine de obras literarias, dejó bastante que desear.