Marzo 28, 2024

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Hace poco, en una de mis columnas, les hablé sobre la novela distópica, y les comenté de algunos de los “imprescindibles”, para acercarse a este género, hoy les traigo la reseña de una de mis distopías favoritas, por tocar un tema que pocas veces es mencionado en la literatura, las maquinarias.  Me refiero a la saga Máquinas Mortales, del escritor inglés Philip Reeve.

Existen muchos géneros en la literatura actual, tales como el romance, la novela histórica, la novela negra, etc., pero un género no muy conocido, es el de la novela distópica, que cada cierto tiempo llega a la palestra por que es adaptada a la pantalla grande.  Este es el caso, por ejemplo, de “los juegos del hambre”, “Divergente”, “Máquinas mortales”, “Mentes Poderosas”, “Ready Player One” y así suman y siguen.

 

Raquel se puso de pie, acomodó su cabello una vez más para tratar de cubrir su rostro y se retiró al baño. Mientras tanto, creyendo que ya todo estaba decidido, Darío pidió la cuenta y se bebió de un sorbo el vino que le quedaba en la copa. La muchacha se sentía muy confundida además, de un poco ebria, estaba disfrutando la cena, se había reído mucho, como hace mucho tiempo no lo hacía, el tipo era divertido, era guapo aunque algo raro, muy directo y pretencioso, pero siendo sincera, ella sabía que en sus condiciones nadie podría acercársele, quizás, ésta era la última oportunidad de conocer el amor, o por lo menos de saber lo que era tener el cuerpo de un hombre junto al suyo, ya que sufrió el accidente cuando era una adolescente y jamás había hecho el amor con nadie, ni antes, ni después.

La pobre chica sintió un frío que le recorrió el cuerpo, no sabía qué pensar, sólo tenía ganas de salir corriendo; “es una broma” pensó, pero Darío se apresuró a explicarle. El lunático no pudo llegar sólo hasta la mesa porque tenía los ojos vendados, se tomó muy en serio eso de la cita “a ciegas” y no quiso ver al objeto de su deseo ni siquiera durante la cena, le pidió aceptarlo, ser parte de su fantasía por un rato, darle ese gusto y dejarle ser feliz en su locura. Ella muy tímida resolvió decir que sí.

Al volver del almuerzo Darío se encontró con la nota pegada a la puerta. La hoja de cuaderno estaba escrita con bolígrafo y con una desastrosa caligrafía, una letra bien fea en realidad, esto molestó de sobremanera a aquel detallista y obsesivo hombre, la repulsión sobre ese papel era evidente, lo quitó con asco de la puerta y antes de echarlo al basurero le dio otro vistazo por si era algo importante. Vio que estaba firmado por Lucía pero no se animaba a leerlo, la letra casi ilegible le desagradaba de sobremanera y solo quería retirarlo de su vista. Lo dejó en un cajón por si más adelante se animaba a saber qué era. Pasaron un par de horas y finalmente abrió el cajón. La repulsión que le provocaba la hoja rasgada y la letra fea era casi incomprensible, ese hombre flaco y extraño deseaba quemar ese papel y eliminar toda pista de él, pero al ver nuevamente la firma, pensó que si ese horrendo mensaje venía de parte de Lucía podría ser algo bueno así que finalmente se dispuso a leerlo: