El Enfoque Apreciativo es el "cómo sí": nos ayuda a conversar diferente y validar a los demás.
Es interesante darnos cuenta que vivimos dentro del lenguaje y lo que hablamos está creando nuestra realidad. El enfoque que damos a dichas conversaciones puede marcar la diferencia entre lograr las cosas o mantenernos lejos de ellas; el lenguaje abre el mundo de lo posible, si nos permitirnos “jugar” un poco con la comunicación, jugar a crear y jugar a creer que lo que imaginamos se puede alcanzar.
Con esta certeza no han sido pocos, los que a través de enfocar su pensamiento en la posibilidad y lo ideal, a través de su palabra, acciones y suma de entendimiento, lograron con los demás escenarios antes increíbles y marcaron un hito en la historia, un cambio de rumbo en el destino de las naciones, empresas y personas, por ejemplo, podríamos mencionar a Martin Luther King, con su propuesta no violenta, con un extraordinario uso del poder de la palabra frente a la discriminación racial en Estados Unidos, lo que le valió el premio Nobel en 1964, y quien marcó un antes y un después en la forma en cómo se expresaba la visión en el discurso por la igualdad de derechos basados en un enfoque de CÓMO SÍ LOGRARLO*, asesinado también por lo mismo, aunque inmortalizado como un ejemplo de fe y entrega a la creencia de lo posible…
Dicho enfoque se ha estudiado y nombrado de distintas maneras, y aunque no son lo mismo, todas se enfocan al uso del lenguaje para crear lo nuevo, lo mejor y lo diferente: Psicología Positiva y Humanista (Abraham Maslow, 1960; Carl Rogers, 1980), Enfoque Apreciativo (David Cooperrider, 1980), Comunicación No Violenta (Marshall Rosenberg, 1990); Mentalidad de Crecimiento (Timothy Willink, 2020). Entre otros.
En el presente hablaremos del Enfoque Apreciativo, concepto acuñado por David Cooperrider y que proviene del concepto artístico “ojo apreciativo”, el cual hace referencia a la existencia de belleza en cualquier obra de arte (Cooperrider, 2013). Al llevar este concepto a la sociedad, diríamos que en cualquier sistema humano hay algo que sí funciona y que debe resaltarse. Crear una cultura de validación tiene que ver con un enfoque de pensamiento, hablar de "cómo sí".
El Enfoque Apreciativo busca “lo que está bien”, lo que es correcto en cada sistema. Se convierte en un hábito de la mente y la imaginación que busca el éxito, la fuerza vital y la importancia de la alegría. Es vivir una propuesta de diálogo que facilite el desarrollo de las personas al poner el foco en lo que queremos que suceda, por la simple razón de que es más poderoso hablar de lo que queremos ver; creando con ello una cultura de validación y de bienestar.
Conversar sobre el "cómo sí" facilita fluir en esa dirección con nuestras acciones y nuestro pensamiento. La mente crece en la dirección en la que se le enfoca, ya que el nivel de pensamiento afecta todo lo demás.
En ese sentido, se puede usar la palabra como una herramienta de diseño, no para describir la realidad, sino para cambiarla. Es decir, no atacar el error, lo que no nos gusta, porque al hablar de ello le damos fuerza. Mientras que, si nos enfocamos en el "cómo sí", podemos crecer hacia lo deseable.
Un maestro del lenguaje dijo: Si no quieres divorciarte, no hables de divorcio. Al mencionar una palabra, lo que hacemos es otorgarle poder y creamos desde su pronunciación, esa realidad. Por ejemplo, la Madre Teresa decía: “No me inviten a una marcha en contra de la guerra, ya que le damos fuerza a aquello que atacamos; mejor invítenme a una marcha en favor de la paz” (Ana, 2016). El Enfoque Apreciativo es un lenguaje de posibilidades.
Es así de simple. La idea es practicar una mentalidad de crecimiento. Es difícil al principio, como toda nueva idea a la que le damos lugar. Tan solo recuerda las cosas que quieres cambiar en tu vida o en la relación con alguien más, ¿Qué resultado has tenido hasta ahora?; ¿Se sigue repitiendo aquello que no te gusta?; ¿Qué enfoque sueles dar a ese problema?; ¿Cómo hablas de ello?; ¿Te has dado por vencido porque, por más que hablas, no sucede nada?; ¿Piensas ya me cansé de decir lo mismo, pero sigue pasando?, esto se relaciona a que estás afirmando el error y, sin saberlo, le das fuerza.
Lo mismo ocurre cuando invalidamos a alguien más. Le ponemos una etiqueta que verás repetirse infinidad de veces. Es casi imposible lograr un cambio a partir de la queja y de enfocarnos en lo que no queremos ver. La postura mental es aceptar eso que vemos, percibirlo con comodidad y hablar de lo que sí queremos ver.
Preguntas que nos llevan a un diálogo con Enfoque Apreciativo: ¿Qué ya no nos está funcionando?, ¿Cómo podría ser?, ¿Qué podemos hacer mejor y diferente?, ¿Cuál sería el escenario ideal de esta situación?, ¿Cómo sí lo podemos lograr? y ¿Qué comportamiento necesito desarrollar? El Enfoque Apreciativo nos ayuda a salir de ideas fijas y tener una actitud de mente abierta para poder crecer.
En cada oportunidad, preguntémonos: Lo que voy a decir ¿Va a sumar o va a restar? y ¿Quiero ser constructivo o destructivo? Pregunta antes de cualquier diálogo: ¿Cuál es el propósito de lo que quiero decir? y ¿Qué me gustaría lograr con ello? Tener presente la intención te ayudará, incluso si es una plática difícil, a enfocarte hacia el "cómo sí" y tener una mentalidad de crecimiento que te resulte efectiva.
Existen muchos cuentos y experiencias de personas que, para sobrevivir, de manera intuitiva desarrollaron una mentalidad con un Enfoque Apreciativo en épocas de crisis, como la historia que te comparto a continuación, que fue soñada por el psiquiatra Carl Gustav Jung en la década de los sesenta y publicado en su Libro rojo:
–Capitán, el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto.
–¿Qué te inquieta, chico? ¿No tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?
–No es eso, Capitán. No soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia.
–¿Y si te dejaran bajar y estuvieras contagioso, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?
–No me lo perdonaría nunca, aún si, para mí, han inventado esta peste.
–Puede ser. ¿Pero si no fuese así?
–Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán, me han privado de algo.
–Prívate tú de algo más.
–¿Me estáis tomando el pelo?
–En absoluto. Si te privas de algo sin responder de manera adecuada, has perdido.
–Entonces, según Usted, si me quitan algo, ¿Para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?
–Así es. Lo hice en la cuarentena hace 7 años. –¿Y qué es lo que os quitaste?
–Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses que llevaba esperando llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. En Port April nos prohibieron bajar. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a reaccionar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica.
Sabía que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás.
Reflexioné sobre aquellos que tienen muchas privaciones cada día de su miserable vida y decidí vencer.
Empecé con el alimento. Me impuse comer la mitad de cuanto comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se sobrecargase mi cuerpo.
Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido el hombre en salud.
El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles. Me impuse leer al menos una página cada día de un tema que no conocía. Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco.
Un viejo hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana.
Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza. La tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias a
una cualquiera entidad por no haberme dado como destino privaciones serias durante toda mi vida.
El hindú me había aconsejado también adquirir la costumbre de imaginar la luz entrar en mí y hacerme más fuerte. Podía funcionar también para la gente querida que estaba lejos y así esta práctica también la integré en mi rutina diaria sobre el barco.
En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera.
Todo lo que podemos obtener enseguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron, de imprecaciones y tacos. Me había privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar solo en lo que me habían quitado.
–¿Cómo acabó, Capitán?
–Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.
–¿Os privaron de la primavera, entonces?
–Sí, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente. Me había llevado la primavera dentro de mí y nadie nunca más habría podido quitármela (L. S. E., 2021).
* Yo tengo un sueño. Martin Luther King. 1963. Discurso pronunciado el 28 de agosto de 1963 delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, DC, durante una histórica manifestación de más de 200,000 en pro de los derechos civiles para los afrodescendientes en los EE.UU. https://www.marxists.org/espanol/king/1963/agosto28.htm.