Durante el 2013 al 2014 tuve el privilegio de ser entrenadora física, junto con mi esposo, de un gran grupo de seres humanos que querían mejorar su salud. Tanto fue así que el grupo que comenzó con algunas diez personas terminó siendo de más de cuarenta y se abrieron varias secciones. Este no era mi negocio y llegué a él debido a que querían abrir un local en la ciudad donde vivo, un amigo del dueño me recomendó. Los cambios que comenzaron a surgir de este grupo fueron gratos para los participantes y comenzaron a llegar personas que tenían su salud muy comprometida pero que querían cambiar.

Ese fue el caso de Marta (nombre ficticio) y su hijo. Ambos deseaban mejorar su salud y comenzar a cambiar su vida. Marta trabajaba arduamente en mis clases, como éramos mi esposo y yo dando la clase, podíamos separarnos y darle mayor atención a quienes lo necesitaban. Y ese precisamente era el caso de Marta. A la semana de iniciar, Marta comenzó a ver cambios y continuó con nosotros durante el resto del año. Este trabajo lo tuvimos hasta el verano de 2015, mi esposo y yo decidimos comenzar a estudiar de noche y pues no pudimos continuar con el grupo.

Cuando anunciamos que no regresaríamos más, muchas personas nos dijeron que no continuarían con el programa, que nosotros nos habíamos convertido en su familia y que los tratábamos con un respeto que nunca habían visto. Sabíamos que en todos lados muchas personas utilizan la mofa para tratar de obtener resultados haciendo sentir a la persona obesa que vale menos y que por eso tiene que rebajar. Nosotros utilizamos siempre el método de respeto y positividad, enseñarles sus cambios y felicitarlos por cada libra que estos disminuían. Adicional a esto debido a mis condiciones médicas el bajar de peso se me hace sumamente difícil así es que también había y hay empatía en ese aspecto.

Entre las personas que tomó la decisión de no continuar luego de terminar sus clases ya pagadas, se encontraba Marta y su hijo. Aunque hable con ella de los beneficios de continuar, esta se reusaba por la manera que lo habían tratado los demás. Le dije que le diera la oportunidad al nuevo entrenador y que, por favor, continuara, mi esposo en otras conversaciones le pidió lo mismo. Celebramos nuestra partida esa noche de verano para otros retos y otros horizontes junto a nuestro grupo.

Ahora nos adelantamos al año 2021, mi esposo y yo terminamos ese ciclo de estudios en el 2019 y pues por razones que ya sabemos nuestro 2020 y principios del 2021 fue uno de bastantes retos. Anoche decidimos salir al cine a ver la nueva película de James Bond 007, mi esposo en medio de la película se levantó y fue a comprar sus palomitas de maíz, dulces, etc. Cuando regresó continuó viendo la película y al terminar me dice: “Si nos encontramos al hijo de Marta, por favor, no preguntes por ella”. Esas palabras me calaron hondo, sabía lo que eso significaba. Marta comenzó a sentirse mal a principio de año y aunque trató de hacer los cambios necesarios ya era un poco tarde para su sistema. Lamentablemente Marta murió en verano de este año.

Este suceso me ha obligado a reflexionar sobre cómo nuestro trato hacia otras personas incide en los demás. En cómo lo que haces o dejas de hacer por otras personas pueden tener un impacto en las vidas de las personas. Marta solamente necesitaba una persona que continuara motivándola y tratándola bien, ella estaba dispuesta al cambio, pero no podía sola. Aprendamos a tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran a nosotros y no como nosotros entendemos que se merecen.

Como siempre su amiga, que está aquí para escucharlos y apoyarlos.

Sharon

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