Mi señora se ha dejado estar…está algo peluda, no digamos algo, digamos peluda, ella me pregunta “¿Por qué ahora me dices osita y no chanchita?... Cómo le explico que es por lo peluda, que le podría hacer trenzas a sus casi rubiecitos pelos de —no sean mal pensados —de los que tiene debajo del brazo para no decir el ala, que puede sonar muy feo.

Yo la amo pero dormir, desayunar, almorzar, siesta, once, cenar y dormir todo junto y todos los días...digamos que cansa un poquito, para ella y para mí. Recuerdo que la última vez que hicimos el amor fue cuando funaron al Dr. Paris en su casa y le gritaron: Aquaman de water, buzo de acuario, muestra gratis, domador de pony; la verdad es que nos reímos y nos entusiasmamos e hicimos el amor. Y de ahí hasta ahora, nada.

Y como yo tampoco aguanto mucho tiempo sin sexo, soy de temperamento de alta temperatura, mis hijos pillaron en mi closet una muñeca inflable que me regaló el Kike. La tenía más escondida que la pirula de la Botota, les dije que era un flotador y me creyeron, menos mal que los cabros no salieron a mí. Tuve que hacerla desaparecer y quedó para parchar flotadores, eso sí guardé una parte de ella de recuerdo, o por si acaso…

La cosa es que volví a mi esposa y me dijo que necesitaba pastillas anticonceptivas—¡Plop! ¿A ésta altura? —me dije— y accedí...hay que tener receta médica —cresta—, Hay que pagar la consulta al Dr. para que dé receta, que cuesta  $ 25.000, más las pastillas que cuestan $7.000 y a eso hay que sumarle el delivery $ 5.000. Al final me dio lata y preferí hacerme una vasectomía, así que me fui directamente al hospital de Talca. Ese mismo día llegue feliz a mi casa, le dije a mi esposa —estamos ok, no necesitamos pastillas ni condón— ella me la miro y dijo —esa no es la tuya—. ¡Cresta nuevamente!, en el hospital me habían cambiado la pirula. Y todo por una receta.-

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