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El Centro Cultural CARMAN. Crónicas de un voluntario. Destacado

El Panteonero de Vilches.

Este es uno de los artículos que más tiempo me ha tomado escribir. Y es que desde que comencé a confeccionarlo hasta que pude darme el tiempo de completarlo, han ocurrido sucesos extremadamente agresivos que no solo remecieron mi vida personal, también la de todo el país y  posteriormente el mundo entero.

Todo comenzó en junio del 2018. Luego de mi separación, decidí pasar un tiempo solo en Vilches, una localidad remota que se encuentra en el sector cordillerano de la Región del Maule, donde mi familia tiene una pequeña y solitaria cabaña en medio de la tranquilidad; necesitaba saber si en el silencio se pueden escuchar respuestas. Conocí a Piero e Ignacia, los protagonistas de esta historia, cuando iba haciendo dedo desde Vilches a Talca para comprar víveres. En aquel entonces, la joven pareja de 30 años se había mudado recientemente desde Santiago a un campo de 9 hectáreas cerca de donde me encontraba yo. En ese momento pudimos hablar solo un poco, aunque lo suficiente para presentarnos mutuamente.

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—Yo conozco a tu papá —Me dijo enfáticamente cuando le dije donde me estaba alojando—, fui el que le vendió los estanques de agua. Dile que se acuerde de mí, soy El Panteonero de Vilches —concluyó, mientras Ignacia permanecía en silencio observando su celular.

Los chicos me acercaron amablemente con su camioneta a un paradero donde pude tomar un minibús a la ciudad y hacer mis trámites. Al día siguiente, mientras caminaba hacia un negocio en busca de queso, porque tenía toda la intención de hacer una pizza, escucho un vehículo frenar bruscamente atrás de mí, cuando me volteo a observar puedo ver que de una ventana se asoma la cabeza de Piero que grita: “¡Súbete!” Así que lo hice. Soy fácil de secuestrar.

Llegamos entonces a un lugar amplio, con mucha vegetación y una cabaña humilde construida con reciclaje; el enorme terreno, a pesar de estar ubicado a un costado de la ruta principal, se encontraba oculto entre los arboles de eucalipto y el bosque nativo. Piero me contó que él y su señora venían desde Santiago en búsqueda de una vida más tranquila, lo que suena lógico a oídos de todo el que conoce la ajetreada rutina de la capital. Él se desempeñaba como el nuevo panteonero local, un cargo que adoptaba con mucho orgullo. En poco tiempo me explicó su trabajo por completo, el dinero que recibía, los conflictos con sus colegas y sus  jefes, y no paraba de mencionar la importancia de ser la persona encargada de cuidar a los muertos en Vilches. De un brinco pasaba de un tema a otro.

­—La gente olvida las riquezas de la tierra —me decía mientras caminaba dándome un tour por su campo—, aquí la plata está tirada en todas partes. —Piero camina en dirección hacia un enorme árbol cercano— Todas esas cosas que ves en el suelo son Castañas —me dice apuntando con su dedo los frutos esparcidos por el lugar—, este árbol produce sacos y sacos; Nunca termino de recolectarlas, y pasa lo mismo con la Mora, con el Maqui, con las nueces... Son los regalos que nos da la tierra.

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Piero luce como una persona extremadamente segura e inteligente, capaz de romper de inmediato cualquier barrera que pones frente a ti para exponer con completa comodidad sus ideas y conceptos. Quizás porque pensábamos de forma similar, sentí como si le conociera de ante mano y me estuviera esperando para tener esa conversación de la vida que necesitaba, listo para derrumbar tu ego junto con todo lo que sabes, listo para llegar a cambiar tu forma de pensar, orientándote  hacia una forma de vivir más sencilla y eficiente, desde su perspectiva. Lo identifiqué como una persona que puede romper tus esquemas, si lo permites. Ignacia, por su parte, escuchaba y observaba en silencio todo lo que su marido decía, mientras pintaba de blanco los respaldos de una cama, que con el tiempo se convertiría en un columpio para su futura hija.

Piero saca una gallina que traía con las patas amarradas en el asiento de atrás de la camioneta, toma un cuchillo, le corta las amarras y la suelta; El ave salió corriendo despavorida.

—¿Ves cómo funcionan las cosas en el campo? —Me decía mientras los tres, Piero, Ignacia y yo, observábamos a la gallina correr sin control; luego continuó—: Yo le hice un favor a una señora y ella me regaló una  gallina. Si eres amable con las personas, ellos te regalarán  vida. —La gallina termina de desaparecer de nuestra vista entre los arbustos que estaban a la distancia.

—¿Se supone que volverá? —le pregunté algo desconcertado.

—No se poh, yo creo que si —Exclama Piero.

—Piero, no debías soltarla—le reprimió Ignacia— primero la debes dejar en el gallinero por 3 días y después la vas acostumbrando de a poco.

—Bueno, a pillarla —me dice Piero mientras se larga a correr tras el último rastro del ave— y si no lo hacemos, tú me debes una gallina— concluye con voz seria.

—Yo no voy a hacer ese tipo de tratos con El Panteonero de Vilches — le respondí más serio aún— Yo solo iba por queso para una pizza.

Esa gallina jamás regresó.

Si hubiera estado más tiempo con ellos, probablemente Piero me habría convencido de ponernos a recolectar castañas o de vivir de la tierra aprovechando las riquezas que nos ofrece, pero al otro día regresé a mi natal Viña del Mar con las energías renovadas y un gusto alegre por haber hecho nuevos amigos. Pensaba: “Si llego a volver algún día, los visitaré”.

El mundo se irá a la mierda en 10 días.

Al año siguiente, mi hermano decide hacer su propio viaje personal a la cordillera; Le entregué el contacto de mis amigos de la montaña para que los visitara y me contara cómo les estaba yendo.

—Ten cuidado con Piero que parece que está un poco loco —le advertí—, Pero tu tranquilo, son buenas personas.

Cuando mi hermano volvió un par de semanas después, ya era distinto. Me contó con mucho entusiasmo todo lo que Piero e Ignacia estaban haciendo actualmente en las 9 hectáreas de terreno. Me contó cómo la pareja había formado una biblioteca en el medio de la cordillera, en el mismo terreno amplio que conocí el año anterior, y no solo eso, sino también un centro cultural con infinitas posibilidades para desarrollar actividades. Mi amigo ya no era el panteonero de Vilches.

Yo observaba la euforia de mi hermano, sus gestos, su exaltación y la impotencia que él sentía al no poder describirme en palabras simples todo lo que había logrado conversar con la pareja en términos de proyectos a corto y mediano plazo. Cuando logró hacer un esquema de sus ideas, finalmente concluyó: “Ahora yo soy oficialmente el jefe de extensión del Centro Cultural CARMAN”. Cuando terminó de hablar, me dije a mi mismo: “Mis amigos de la cordillera rompieron a mi hermano.”

El viernes 20 de septiembre del 2019 volví a Vilches. Mi productora de eventos estaba en declive, hacía meses que la gente no tenía dinero para organizar fiestas particulares o corporativas, las que eran mi especialidad. Sin llegar a saberlo, estaba siendo una de las primeras víctimas de la silenciosa crisis económica que se venía desarrollando en los últimos años en Chile. En ese entonces no estaba afrontando de buena manera el fracaso de mi empresa, ya que pasé de tener 4 eventos por semana a un total de 0 en menos de un año. Encontrándome sin salida, y siguiendo mi vocación como comunicador, fundé histrionico.com, una revista digital informativa que venía diseñando desde hace años pero que nunca pude concretar. Iba a aprovechar este viaje a la cordillera para escribir mi primer artículo en la revista y dar a conocer el Centro Cultural CARMAN.

Arribé a la solitaria cabaña familiar con un computador Lenovo viejo y mi cámara réflex Canon t3, sin celular ni modem porque había perdido mi celular hace una semana y no tenía dinero para comprar otro, así que, en otras palabras, no solo estaba incomunicado, también estaba en banca rota y cesante. No la tenía fácil.

Mi desconexión con el mundo me obligó a acercarme seguido a Piero e Ignacia, quienes a pesar de nuestro breve encuentro el año anterior, eran las únicas personas que conocía del sector, viviendo a tan solo unos 700 metros de distancia por el camino antiguo que utilizaban los arrieros para subir a la cordillera. El recorrido siempre lo hacía a pie cargando la mayoría de las veces un pack de cervezas heladas, o un paquete de longanizas para tirar a la parrilla, siempre trayendo conmigo mi abultada cámara, no necesariamente para sacar fotos, pero si para acostumbrar a la gente de su presencia y así, al momento de capturar imágenes, la gente pueda actuar natural.

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Ya conocía en términos generales la forma de pensar de Piero, su asertividad y pragmatismo  pueden ciertamente llegar a romper los esquemas de alguien vulnerable. Pensaba: “Si no tengo esquemas, barreras, prejuicios o un ego que Piero quiera romper, entonces lograré ganarme su confianza y llegar a las verdaderas motivaciones que ambos tuvieron para huir de Santiago y adentrarse en una vida tranquila y campestre”.

Casi todas las tardes los visitaba para beber unas cervezas, conversar con ellos y conocer el entorno. Con mucho esfuerzo y solo con materiales de reciclaje, ellos habían limpiado y restaurado una vieja casa de adobe que se encontraba en el terreno y ahí pusieron a funcionar una improvisada y poco ortodoxa biblioteca, con unos estantes rústicos que sostenían unos cuantos libros recibidos por donaciónes. Constantemente les pedía permiso para fotografiar y grabar el lugar, a ellos no les molestaba en absoluto, más se veían entusiasmados con la idea de que alguien estuviera ahí ayudándoles a difundir el proyecto.

Ambos habían trabajado muy duro acondicionando el lugar, y lo hicieron todo compatibilizando trabajo y el cuidado de su hija recién nacida. La cercanía de la pareja con otros centros culturales y dirigentes sociales les permitía poder desarrollar varias actividades culturales en el año, desde conversatorios hasta premiaciones y reconocimientos a la gente del lugar por conservar el patrimonio inmaterial de la zona. Fue así como me presentaron a Don Luis Ayala, más conocido como Luchín, un anciano que vive en un lugar habilitado para él dentro de la biblioteca. Él estaba encargado de la confección de un horno de barro aunque en ocasiones se le veía limpiando el terreno en solitario, o simplemente caminando por Vilches, siempre con su carretilla, sus herramientas y su casco amarillo del que rara vez se desprende. Hablamos de un hombre que ha visto a personas perdiendo la vida por la caída de un árbol o por el golpe violento de un azadón en la cabeza (accidental o intencional). A pesar de ser una persona solitaria, Piero e Ignacia parecen estar siempre pendientes de que a Luchín no le falte nada, y no solo comida o insumos, también cariño y compañía.

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También conocí a Penique, un cantautor payero que vive aislado en la localidad de Carretones, premiado varias veces por su trayectoria como artista campestre. Cuando compartes con Penique, las conversaciones son permanentemente interrumpidas por la llamada de amigos de otros sectores que lo están invitando para conversar, cenar y escuchar sus melancólicas melodías. Con Piero recurrentemente íbamos rumbo a Carretones en busca de Penique para llevarlo al Centro Cultural con su guitarra cuando se estaba haciendo alguna actividad, o simplemente cuando estábamos compartiendo unas cervezas. En una ocasión, en el medio de una comida servida, Penique se acerca y me dice:

—Soy una persona muy afortunada, porque a pesar de todo, jamás en la vida me ha faltado un plato de comida.

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Cuando fui conociendo más a la pareja, pude notar que el esquema intelectual del Centro Cultural estaba diseñada principalmente por Ignacia. Ella era la mente maestra del proyecto y lo hacía con su profesión de educadora como respaldo, la que le permitía trabajar Part Time en una escuela cercana de Vilches. Piero, entonces funciona como un heraldo de las ideas de Ignacia, las que complementa con su pragmática forma de ver la vida. Fue ahí cuando comencé a conversar más con ella aprovechando mi relación con la educación, para llegar a la raíz del surgimiento del Centro Cultural.

Fragmento de entrevista
Ignacia

Con Piero entablamos una cercana amistad principalmente porque disfrutaba de nuestras pláticas, pero también porque en esas escasas semanas que llevaba en la montaña, en mi cabaña ya se habían reventado más de 13 cañerías por los cambios bruscos de presión, además de otros desperfectos cotidianos que inevitablemente ocurren en el campo. Día a día él en su parcela  o yo en la cabaña necesitábamos de adhesivo para cañerías, huincha aisladora, serrucho, pistola de silicona, cortadora de cerámica o simplemente fuerza hombre para mover leña y materiales de construcción. Lo que fuera que tuviera uno le servía al otro, y cuando no lo teníamos, íbamos a comprarlo en su auto a la ferretería más cercana, que estaba a unos 20 kilómetros de distancia en el sector de Bajo Perquin.

Recuerdo que en una de las conversaciones que tuvimos durante uno de esos días de trabajo, hablamos de lo difícil que es sobrevivir económicamente en la actualidad, especialmente con los tag y peajes que hay que pagar para desplazarse por Santiago.

—En 10 años el sistema no va a dar más y va a ocurrir un reseteo masivo­— me aseveró con su característica seguridad.

— ¿10 años Piero? —Le respondí— Así como va todo, el mundo se irá a la mierda en 10 días. 

Y así fue, Chile y posteriormente el mundo se fueron a la mierda exactamente 10 días después de esa conversación.

Ya teniendo mi partida programada para el viernes 18 de octubre del 2019, los muchachos me piden enfáticamente que la postergue para el lunes siguiente, ya que estaban organizando un evento con los integrantes de la Red de Organizaciones Culturales de la Región del Maule, lo que hoy es conocido como “ROC MAULE”. Para tal día había que habilitar todos los espacios del centro cultural y recibir a representantes de distintas organizaciones de la Séptima Región de Chile, con quienes se iba a desarrollar un conversatorio para discutir varios aspectos de la situación de las Organizaciones Culturales y el acceso a los fondos públicos.  Accedí gustosamente porque la organización de eventos es mi ambiente natural, y si ellos necesitaban de mí, pues no me podía negar, la hospitalidad de ellos había sido muy fraternal y ayudarlos se convertiría no solo en un placer, sino además en una oportunidad para conocer qué opinan otras personas del trabajo de mis amigos de la montaña. Todo para enriquecer mi reportaje.

El evento se desarrolló sin problemas. Con días de anticipación habíamos ordenado y habilitado múltiples sectores en el amplio terreno de la pareja, incluyendo el interior de la biblioteca y el castaño, que al ser un lugar muy fresco, hermoso y acogedor, es aprovechado como escenario y punto de reunión. Ya cuando estaba concluyendo la actividad, todos los asistentes (menos yo por aún no tener celular), comenzaron a recibir las notificaciones de los disturbios que estaban ocurriendo en distintas ciudades del país. Siendo todos ellos representantes de una organización distinta, apresuraron su partida, mientras que nosotros celebrábamos el éxito de la operación, completamente ignorantes de lo que ocurría en las ciudades.

Lo primero que hicimos fue restaurar la habitación de Don Luis que se encontraba al interior de la biblioteca, ya que debido a la presencia de las visitas, tuvimos que desarmarla; él, al ser una persona de edad avanzada, y a pesar de habérselo explicado con mucha anticipación, no lo había tomado muy bien, generándole una sensación de desplazamiento. Yo lo comprendí de inmediato, la gente del campo tiene pocas cosas, pero las valoran mucho. Elementos como una simple taza, un vaso o una linterna son muy preciados para ellos y las conservan por años. En varias ocasiones, Don Luis nos contaba las grandes peleas que tuvo en su vida, la mayoría debido a que alguien le había hurtado una herramienta o algún utensilio, y nosotros aquel día habíamos tomado todas sus cosas y las guardamos en el entretecho, incluyendo su cama.  Para que no pensara que lo estábamos corriendo, volver a habilitar su espacio con todas sus cosas fue nuestra prioridad. También le instalamos un televisor antiguo aprovechando las nuevas extensiones de luz que pusimos para la actividad y fue desde ese televisor donde comenzamos a ver nosotros mismos las noticias de lo que estaba ocurriendo en el país. Con los meses, Piero e Ignacia se encargaron de construir una completa habitación independiente para Luchín, donde el pudiera tener todas sus cosas sin que nadie se las toque, él quedó feliz.

Todos aman a Ignacia, todos odian a Piero.

Cuando miraba las noticias o me lograba conectar esporádicamente a internet, solo veía mutilaciones oculares, gente atropellada por vehículos estatales, calcinados en supermercados, saqueos, incendios, toque de queda… en definitiva: muerte. Si tenía alguna intención de regresar y reactivar mi empresa gracias al vigor que me entregó el trabajo de campo por esas semanas, pues esas intenciones estaban completamente deshechas. Fue en esos momentos en donde todo cobró sentido, mi baja en ventas, el fracaso prematuro de mi empresa, la sensación de no avanzar. Pensé: “Era bastante obvio, estábamos en crisis”. Así que me quedé en la montaña sin pensarlo mucho, después de todo, en el campo aún quedaban muchas cosas por hacer.

Mientras las calles ardían en las ciudades, el viento en la montaña soplaba sereno, en el entorno existía una sinfonía que sólo puedes escuchar cuando has estado poniendo atención por mucho tiempo y te encuentras a segundos de quedarte dormido bajo la sombra de un árbol, es ahí cuando tu conciencia es vulnerable y pierde su control, olvidas todos los pensamientos que te distraen y puedes finalmente escuchar la magnífica sincronización de sonidos que producen todas las hojas de todos los árboles de tu alrededor, con el río de fondo que suena como dulces campanillas cuando el agua pasa a través de las rocas, acompañado por el inagotable coro de las aves que jamás cesa, solo callan algunas mientras retoman otras.

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En ocasiones pensé en devolverme a la ciudad y registrar con mi cámara las protestas y las injusticias. Noté de inmediato que la historia se estaba escribiendo en aquel mismo momento; tenía la oportunidad utilizar mi revista digital recientemente creada como una herramienta de lucha, pero desistí de hacerlo porque jamás me habría podido desprender de ello, del estigma de la lucha, y mis objetivos simplemente eran otros.

La gente local posee opiniones divididas respecto a la pareja santiaguina; la mayoría de ellos tenía una percepción bastante negativa hacia Piero mientras que una percepción muy positiva hacia Ignacia. Lo cierto es que ellos si son distintos en muchos sentidos. En un primer acercamiento con ellos, Piero es una persona que sin filtros ni introducción previa clava su mirada en uno, entabla una conversación profunda, a veces difícil de digerir, y no solo analiza, sino que además rompe tus esquemas. Ignacia, por su lado, hace exactamente lo opuesto, ella en primera instancia no cruza mirada ni palabras con uno, pero siempre se mantiene presente, escuchando y observando; es probable que su percepción sea significativamente más aguda que la de su marido. A pesar de las diferencias, ambos actúan como una unidad bajo un mismo objetivo con altas aspiraciones. Son quizás estas aspiraciones, o ambiciones mejor dicho, las que provocan enojo en la comunidad local, una comunidad compuesta por personas que han vivido toda su vida aisladas de lo feo del mundo, en un paraíso que han conservado por generaciones. En los últimos años los vilchanos han estado agobiados por la cantidad de inmigrantes de otras regiones que llegan a esas tierras para comprar terrenos y montar un negocio turístico, en un periodo donde escasea el agua. Deben lidiar con autos a altas velocidades que recorren las vías que siempre han usado los arrieros con sus animales. Deben limpiar la basura que queda esparcida por todos lados, especialmente en la ladera de los preciados ríos, olvidada intencionalmente por inconscientes campistas. Las personas locales que viven cercanos a reservas naturales, jamás van a ver con buenos ojos a los forasteros descontrolados. Una vecina que vive cerca del centro cultural habló conmigo una vez; muy enojada me contó todos los conflictos que ha tenido que sortear con Piero, el más grave de todos eran las abejas que Piero había traído al centro cultural con el fin de extraer miel y hacer talleres de apicultura a la comunidad. A pesar de que se encontraban dentro de sus 9 hectáreas, naturalmente los bichitos volaban por el entorno en busca de más flores, y eso disgustaba enormemente a la familia contigua. Cuando le comenté a Piero las quejas de su vecina, él simplemente echo a reír y respondió:

— A las personas les gusta la miel, pero no les gustan las abejas. —Dicho esa respuesta, nunca más hablamos del tema.

Piero y sus colmenas
Piero Ayala

Los meses transcurrieron y las protestas no acabaron. Ignacia me había prestado un viejo modem USB con el que pude conectarme a internet desde mi laptop y enterarme de las noticias. Al mismo tiempo me estaba dedicando a varios oficios para obtener recursos, había  impermeabilizado una cabaña, ayudaba a los chicos a limpiar su terreno y hacia arreglos en el lugar donde vivía solitario. Piero tenía un emprendimiento de venta de químicos industriales que compraba a buen precio en Santiago y revendía en las localidades cercanas. Dentro de esos químicos habían concentrados industriales de limpiadores para piso, concentrados de impermeabilizante para maderas y concentrados de detergente, entre algunos que pude llegar a conocer. Su negocio no iba para nada de mal y constantemente debía hacer entregas de su producto, yo lo acompañaba. Al proceso lo llamábamos “Recolectar efectivo”, término que surgió luego de múltiples charlas en donde concluimos que la plata está en todos lados, solo hay que recogerla.

Las charlas que tuve con la pareja siempre eran extensas y profundas, nos gustaba redundar en un tema un día completo, lo cual era fácil de hacer ya que ir y volver de Vilches a Talca toma más de 100 kilómetros de distancia y varias horas, incluyendo todos los trámites y las compras que uno aprovecha de hacer. Fue en esos momentos en donde logré conocerlos un poco más. Ignacia se quejaba de que Piero usaba ropa rota y manchada con pintura incluso cuando íbamos a la ciudad a hacer trámites, Piero reía a carcajadas por las quejas de Ignacia.

—Así es más fácil de pasar desapercibido —respondió Piero entre risas—, cuando me preguntan en cualquier lado «¿Y usted qué hace?»  Yo les respondo «Pinto, ¿Acaso no ve?».

La personalidad avasalladora de Piero, su forma directa de hablar y su carácter de confrontación le traen  en ocasiones conflictos con personas que no entienden su forma de ser, pero cuando lo necesita, usa a la perfección estrategias psicológicas para camuflarse y poder lograr cosas que el común de la gente no podría. En múltiples ocasiones lo observé salir de su personalidad  extremadamente segura, hábil y determinada, para convertirse en alguien humilde, torpe e ignorante; por ejemplo, en una oportunidad, cuando recorríamos el mercado de Talca, Piero comenzó a caminar erráticamente hacia la esquina más alejada del recinto, donde los locales ya estaban cerrados a esa hora y solo quedaban dos camiones con un grupo de feriantes bebiendo café, quienes evidentemente ya habían terminado de trabajar. Yo lo seguía sin decir una palabra. Uno de ellos, al vernos deambulando, nos pregunta:

—¿Qué andan buscando, amigo?

—Es que un muchacho me dijo que me tenía unos tomatitos baratitos —respondió sin dejar de mirar a su alrededor.

—¿En cuánto le dijeron que estaban los tomates? —Le preguntaron de vuelta.

—3 lukitas el cajón —le respondió, lo que causó la carcajada del grupo. Piero también se puso a reír.

—El cajón está a 5 poh amigo —le respondieron entre burlas— ¿De dónde son ustedes?

—De allá de Vilches— Respondió Piero —No sé…Yo estaba buscando baratito… ¡Si no tenemos más plata! —exclamaba alegremente entre risas mientras continuaba caminando simulando confusión.

Luego de entablar una afectiva plática con los hombres, salimos de ese lugar con dos cajas de tomates, un zapallo entero y otro que tenía un pequeño corte pero estaba muy fresco y tierno, dejándoles tan solo 3 mil pesos. Piero lo tenía todo planeado.

—Por la gestión te ganaste un zapallo —me dijo mi amigo con una sonrisa, una vez retornados en Vilches.

—¿Para qué cresta quiero un zapallo entero? —le respondí después de tomar 3 tomates de uno de los cajones— Yo vivo solo, se me va a echar a perder.

 En una de las clásicas conversaciones que teníamos en su auto mientras íbamos a otra localidad, y que rondaban lo filosófico-existencial, él me dijo:

—Yo no tengo las cosas claras, es por eso que necesito de alguien como tú para que me enseñe.

—¡Anda con esa mentira con cualquiera de los huevones que buscas engañar menos a mí! —le respondí de forma taxativa—. De todas las personas que conozco, tú probablemente seas el único idiota que tiene realmente las cosas claras.

Piero se cayó y comenzamos a reír. No hablamos el resto del camino.

No todo era sobrevivir la vida campestre, también organizamos otras actividades en el centro cultural y puse mi cuota como voluntario, organizamos el festival del trueque, hicimos varios conversatorios y participamos de actividades con otros centros culturales. Aparte de Penique y Luchín, también conocí a Don Miguel, un filósofo y activista social que sorprende con su inteligencia y su manejo de la historia y la política chilena; también a Dimas Awstin, un tatuador argentino que lleva su trabajo a la montaña y disfruta mucho de nadar en los ríos o subir las cumbres. Todos ellos girando en torno a la potente fuerza de gravedad que generan de forma natural Piero e Ignacia, al unísono con la idea de crear un centro poli cultural, intelectual, que acoja a todo el que necesite de esa confusa mezcla de caos y tranquilidad que genera la vida campestre, sus costumbres y tradiciones, a todo aquel que reciba el llamado latente para encontrarse a uno mismo, aquel que necesite un escape antes de llegar a la locura.

Una de las últimas cosas que hice en mi estadía en el centro cultural fue participar en nombre de los muchachos en El Encuentro Anual de la Red de Organizaciones Culturales del Maule (ROC MAULE) que se organizó en el Paso Pehuenche, ubicado cerca de la frontera entre Chile y Argentina. Ignacia y Piero estaban a la espera de unos materiales de construcción para el centro y no podían asistir el primer día; cuando me pidieron que los representara, accedí feliz. Los primeros días me encontré completamente solo con el resto de los participantes y eventualmente me preguntaron en qué consistía el centro cultural CARMAN y cuál era mi relación con ese lugar. Si me hubieran hecho esa pregunta 3 meses antes, probablemente les habría respondido: “Solo estoy de pasada, escribiendo un artículo del centro porque lo encuentro interesante, sin intenciones de interiorizarme más allá”. En cambio, les respondí: “Soy el jefe de extensión, por cierto ¿Sabías que CARMAN significa pueblo afortunado en Mapuzungun?”

Piero e Ignacia finalmente me habían roto.

Listo para enfrentar el mundo

Este artículo debió ser algo así como: “El centro cultural CARMAN se encuentra en la localidad de Vilches […]. Entre sus actividades está la apicultura, talleres de arte […]. Además, posee una biblioteca […]”. Pero no lo fue…

Si hubiera regresado el día del estallido social, como lo tenía originalmente planeado, habría estado llegando a Viña del Mar justo en medio de las protestas, en el momento 0. Mi cámara no tendría mayoritariamente fotos del campo sino de las marchas. Histrionico.com sería entonces un sitio de prensa política y denuncia ciudadana, y este artículo no se habría escrito de ninguna forma. Muchas cosas habrían sido distintas para mí y para todos,  en un mundo donde todo estaba cambiando violentamente. Entre la incertidumbre que me generan estas cuestiones, solo tengo una conclusión: Independiente si los cambios fueron para bien o para mal, ciertamente fueron necesarios.

Finalmente, y a pesar de intentar no hacerlo, me terminé convenciendo del sueño de Piero e Ignacia. Para cuando se acababa mi tiempo en la cordillera, ya había desistido de mi afán de comprender los sucesos previos que ambos vivieron a allá en Santiago y que los impulsaron a dejarlo todo y dedicarse de lleno a sus ideales, en una vida lo más alejada posible de la civilización. Soy de los que creo que todos tenemos en nuestro interior ángeles y demonios, pero sea cual sea su historia de amor y compromiso, sean cual sean sus más profundas motivaciones, su pasado, trágico o alegre, ellos decidieron poner un enorme esfuerzo en cambiar el mundo para mejor, de la única forma como saben hacerlo.

Cuando bajé de la montaña estaba listo para enfrentar el mundo, reactivar mi empresa de eventos y poner en marcha mis proyectos digitales, o al menos eso creía ingenuamente, porque después, y como todos sabemos, llegó la contingencia sanitaria, los toques de queda se mantuvieron, también los militares, se prohibieron tajantemente los eventos y yo, en vez de preocuparme, eché a reír.

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Puse la redacción de este artículo en pausa y comencé a darle a histrionico.com la identidad que siempre necesitó desde un principio, para convertir esta plataforma en un centro de contenido práctico e intelectual, donde se compartan la mayor cantidad de ideas y culturas posibles para contribuir de verdad a un mundo mejor. Conseguí ayuda de la misma forma que lo hicieron Piero e Ignacia con sus colaboradores, siempre siendo honesto con mis ideas e intenciones. Escritores de muchos lugares quisieron contribuir en este proyecto, todos excepcionales en sus áreas y listos para dejar una huella en la sociedad. Tal como lo hicieron mis amigos de la montaña.

En cuanto a ellos, pueden contactarlos a través de sus cuentas de Instagram. Constantemente reciben toda clase de donaciones ya que también se encargan del cuidado de los adultos mayores que pertenecen al centro; desde libros para la biblioteca hasta alimentos no perecibles, también ayuda económica si es posible. Puedes consultarles además acerca de las próximas actividades que estarán realizando en el año, las que incluyen ferias, exposiciones y tours por el sector, y por sobre todo, puedes contar con su amistad, estoy seguro que así será.

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Independiente de las opiniones diversas en cuanto al trabajo que desempeña Ignacia y Piero, todo lo que pude observar, desde mi propia habilidad para camuflarme en el entorno, fue a personas de mucho esfuerzo, con grandes sueños.

En cuanto a mí. Estoy feliz de poder terminar este artículo, teniendo por fin el tiempo necesario para redactarlo ya que he recibido cada vez más ayuda con la administración de la plataforma, declarando esta mi primera publicación oficial.

Espero que la hayan disfrutado.

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Modificado por última vez en Martes, 21 Diciembre 2021 00:51
Jack Levist

Pensamiento crítico

Más de 8 años dedicándome a la digitalización de proyectos.

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