Abril 19, 2024

Login to your account

Username *
Password *
Remember Me

Create an account

Fields marked with an asterisk (*) are required.
Name *
Username *
Password *
Verify password *
Email *
Verify email *
Captcha *

SEXO CON TU SOMBRA Capítulo 2 - Por Katha Morgan

La mañana pasó rápido, hubo varias ventas. Corría un poco de viento esa tarde, estaba caluroso pues se acercaba el verano, ya estábamos a punto de cerrar para ir a almorzar, cuando entró a la zapatería una mujer rara, con un bonito cuerpo que era opacado brutalmente por su rostro; tenía una horrible hendidura en su pómulo derecho, una tremenda cicatriz que comenzaba en la comisura de los labios y terminaba en la oreja izquierda o quizás viceversa. Fue inevitable quedarse mirándola y ella lo notó, se sonrojó y escondió aún más su feo rostro bajo el abundante cabello rubio que tenía suelto, se apoyó en el mesón y me habló.

La mujer tenía el pelo rubio brillante y sedoso, la piel tersa y blanca, tenía los ojos azules y profundos, pero nada de eso importaba porque nunca los mostraba, siempre llevaba el rostro cubierto con casi todo su hermoso pelo y este día no era la excepción. Darío, empujó la puerta abatible de la bodega para salir a almorzar y la vio de repente, de golpe, de espaldas a él, apoyada en el mostrador esperando a su hermana Lucía, ya que hoy almorzarían juntas. El muchacho se paralizó por un segundo, le encantó lo que vio y con dos pasos hacia atrás se devolvió a la bodega, pero se quedó espiando por la rendija que quedaba entre la pared y la puerta. Esa extraña mujer le pareció todo un poema, tenía un cuerpo perfectamente moldeado, curvas de hembra que hacían pensar en muchas cosas. De pronto apareció Lucía y salió de detrás del mostrador, la saludó y se abrazaron como si no se vieran hace tiempo. La voz de la joven estaba llena de dulzura y natural belleza, pero también era triste y melancólica, sin poder ver su rostro aun, Darío notó que sus manos eran finas y bellas, sus senos eran redondos y virginales como frutas, su cadera le pareció sexy, se acomodó para ver más pero apenas veía su espalda, su trasero y sus piernas que eran como dos ríos de gracia y perfección ante sus ojos tan exigentes. Las mujeres salieron de la zapatería y Darío salió de la bodega, caminó hasta la puerta y las miró alejarse. Había quedado prendido de la silueta de esa mujer, de su voz de su cuerpo.

Lucía y su hermana siempre habían sido muy unidas, pero efectivamente hace mucho tiempo no se veían porque Lucía se vino a la ciudad a trabajar y casi nunca iba a casa de sus padres. Esa situación cambiaría hace algunos días, cuando viajó a visitar a su familia y convenció a Raquel que se viniera a vivir con ella a la ciudad, la convenció de que a pesar de todo debía salir al mundo. Raquel aceptó, pero no todo el plan, se vino a un cuarto alquilado en pleno centro, le entraron ganas de trabajar en alguna cosa para juntar dinero y ver la posibilidad de hacer algo con las horribles marcas de su rostro que la desfiguraban y la habían vuelto una chica muy tímida y disminuida en su carácter. Por eso, desde esa tarde y a diario, ambas hermanas almorzarían juntas para acostumbrar a Raquel al contacto con las personas y socializarla un poco más.

Durante dos semanas completas Darío la observó por la rendija de la puerta, siempre a la misma hora, y en el mismo lugar, apoyada en el mesón de ventas frente a la bodega. Jugueteaba con imaginarse hablándole, pero nunca se atrevía, nunca había visto su rostro, apenas si podía ver su silueta y la sombra de su bello cuerpo en el piso de la tienda, pero en su mente ya la había poseído varias veces. Corría la tercera semana, el reflejo del sol y la lejanía entre ambos sólo le otorgaba una vista completa de su sombra, pero obsesionado, ya no se conformaba sólo con eso, se sentía muy enamorado de ella, a primera vista, aunque no fuese una vista completa, entonces, empezó salir de la bodega en las mañanas para interrogar a Lucía. Comenzó por averiguar detalles triviales, como cuál era su nombre y qué era lo que hacía en su tiempo libre. Se sentía en las nubes, andaba perdido en sus sentimientos, jugaba a imaginarla, la deseaba, la quería para sí y estaba decidido. Raquel era la mujer casi perfecta que le daba un halo misterioso a todo pensamiento de Darío, este misterio místico lo tenía envuelto en éter, le quitaba el sueño y adoraba diseñar su rostro con los ojos cerrados. Esa rara mujer se había convertido en un enigma tan cargado de sensualidad que sólo quería tocarla y hacerla suya.

Nunca había visto su rostro, pero en verdad, eso ya daba lo mismo, era hermana de Lucía, ambas de cabellera rubia sedosa, seguro era tan o más linda que ella.

Darío, con decisión, pero con la misma poca fluidez que lo caracteriza desde niño para comunicarse con el resto, le rogó a su compañera de trabajo, que le pidiera a su hermana que aceptara una cita a ciegas con él. Lucía se negó rotundamente casi por otras dos semanas, hasta que, por tanta insistencia del insipiente galán y promesas de cuidar a su hermanita menor, decidió contarle a Raquel, para saber su opinión. La dulce Raquel reaccionó con risa y luego pena, creyendo que quería burlarse de ella. Jamás había tenido un pretendiente ni una invitación a salir ni nada.

No daba crédito a las palabras de su hermana.

Pero si te conoce, dice que te ha visto cada día en la zapatería –le explicaba Lucía a Raquel. En verdad no he compartido mucho con él porque es muy trabajólico, casi no sale de la bodega, pero le creo, además dice que va a cuidarte – le dijo cuándo Raquel se puso evidentemente nerviosa.

Pero yo no puedo salir así con alguien, mira mi cara, ¿Quién se fijaría en mí? –replicó la muchacha aún más triste.

Bueno, promete que al menos lo vas a pensar, se ve un buen tipo y me gustaría que conozcas gente, necesitas tener amigos –concluyó con severidad Lucía.


Al cabo de tres días, Raquel se presentó en la zapatería un poco antes de la hora de almuerzo y pidió hablar con Darío porque quería conocerlo en persona antes de hacerse cualquier ilusión o idea equivocada. Pero, cuál fue su desgracia, cuando le informaron que se sentía indispuesto y que no podía atenderla, pero que le rogaba aceptar su petición de una cita; ella se desilusionó mucho pero gracias a esa negativa, ese hombre desconocido llamó más su atención. En verdad, el flaco de ojos verdes había sido sorprendido por su fantasía, nunca esperó que Raquel fuera a buscarlo, pero no quería romper el misterio; no verla antes de tocarla; lo excitaba mucho y fantaseaba con la sombra de Raquel. Ella sería suya, aunque tuviera para eso, que arrodillarse y rogárselo. Mientras tanto Lucía, después de soportar infinidad de preguntas y rogativas, había decidido hacer la cita “a ciegas” entre su hermana y su delgado compañero de labores sin decirle nada a Raquel. Esa misma tarde, al regresar del almuerzo, la rubia se fue a la bodega y le dejó un papel a Darío pegado en la puerta pero por dentro.

KM

Valora este artículo
(2 votos)
Modificado por última vez en Lunes, 17 Mayo 2021 16:48
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
Inicia sesión para enviar comentarios