De vez en cuando nos sentimos cansados, agobiados y sin ganas de seguir. Muchas veces esto nos lleva a tomarnos un descanso, una pausa en nuestros planes. Después de todo, somos humanos y tenemos derecho a tomarnos un descanso, pero ¿Qué ocurre cuando ese descanso se convierte en uno permanente? ¿Cuándo decidimos tirar la toalla y no continuar con nuestros sueños? Les aseguro que esto nos ocurre a todos, nos despertamos por la mañana y no queremos salirnos de la cama. Desarroparnos nos molesta, poner los pies en el suelo nos causa incomodidad y en ocasiones sentimos que nos pesa el alma. Cuestionamos; ¿De qué nos sirve continuar nadando en contra de la corriente? Si lo que queremos lograr lo vemos tan lejos. Luego, nuestros días se convierten en días pesados, todo lo vemos negativo y no sentimos necesidad de hablar con nadie, ni que nadie nos hable a nosotros.
Tomarse unos días para reagrupar y colectar nuestros pensamientos siempre es bueno. Claro está, no podemos permitir que nuestros pensamientos sean negativos todo el tiempo. Nuestra confianza en nosotros debe de aflorar en algún momento, y como he dicho en muchas otras columnas buscar ayuda de un profesional de la salud siempre debe ser una alternativa. Pero luego de reagrupar y colectar nuestros pensamientos, debemos salir nuevamente a la batalla ya sea con ajustes al plan que teníamos o haciendo borrón y cuenta nueva, con un nuevo plan de ataque.
Aunque la columna pasada la dedique a los atletas de las olimpiadas de Tokio 2020, hoy quiero hablar de Jasmine Camacho-Quinn. Jasmine es una atleta velocista de los cien metros con vallas nacida en los Estados Unidos que representó a Puerto Rico tanto en las olimpiadas de Rio 2016 como en las olimpiadas de Tokio 2020, debido a que su mamá es puertorriqueña, convirtiéndose en la reciente ganadora de la medalla de oro en los 100 metros con vallas. Pero la historia de Jasmine en las olimpiadas de Rio 2016 fue una muy distinta a la que ocurrió en Tokio 2020. En Rio 2016 Jasmine se tropezó con la novena y décima valla ocasionando así que llegara en último lugar en la competencia. Estos tropiezos también la dejaron lastimada tanto física como emocionalmente. Luego de hablar con su familia, Jasmine decidió tomarse un descanso del atletismo y su familia llegó a pensar que no correría más. Afortunadamente, luego de varios meses de descanso y de trabajar con la depresión profunda el cual la afectó luego de su experiencia en las olimpiadas de Rio 2016, decidió reagrupar, colectar sus perdidas y sus ganancias, ver cuál fue su aprendizaje en el proceso y comenzar a competir para poder llegar a Tokio 2020, donde su meta era ganar la medalla de oro para la patria que vio nacer a su madre, Puerto Rico.
Así como Jasmine hay miles de personas más que debido a los tropiezos y al gran daño físico y emocional que causan estos deciden no continuar con sus sueños y tirar la toalla. Se imaginan que hubiera pasado si la madre de Albert Einstein hubiera decidido no enseñarle a su hijo las materias básicas, que hubiera sucedido si Tomas Alba Edison hubiera decidido parar sus experimentos al fallo numero cien, o si Rigoberta Mechú hubiera decidido no hablar por la paz para su gente. Todos tenemos derecho a parar y respirar, pero también tenemos la obligación con nosotros mismos de levantarnos y continuar hacia adelante. Así sea que tu medalla olímpica sea poderte levantar de la cama y sonreír.
Como siempre un abrazo en la distancia.
Sharon.
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